Las canicas, también conocidas como bolitas, balitas o metras dependiendo de la región, eran mucho más que simples juguetes en los años 70 en Latinoamérica. Eran una moneda social en el patio de recreo, un símbolo de estatus y la base de intensas competencias. Cada niño tenía su colección, atesorada y exhibida con orgullo. Los juegos, como el círculo, el hoyito o el triángulo, requerían habilidad, estrategia y, a veces, un poco de suerte. Las canicas no solo eran un juego, sino una forma de aprender a negociar, competir y socializar. Las canicas de vidrio, las de acero (conocidas como "bolones"), las lecheritas y las de colores, cada una tenía su valor y su historia. Perder una canica valiosa era una tragedia, ganarla, una victoria épica. Las canicas marcaron una época de juegos sencillos, pero llenos de imaginación y camaradería.
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