¡Ah, el Pulparindo! Recordar este dulce es transportarse directamente a la infancia en México. No era solo una golosina, era una experiencia sensorial única. Fabricado por De La Rosa, lo que lo hacía tan especial era su audaz combinación de sabores: el dulzor natural del tamarindo, la acidez que te hacía fruncir el ceño, el toque picante que te sorprendía y la pizca de sal que lo equilibraba todo. Su textura pastosa y fibrosa, envuelta en ese papel celofán que a veces se pegaba un poco, es algo que muchos recordamos con cariño. El Pulparindo no solo satisfacía un antojo, sino que era parte de los recreos, las piñatas y las idas a la tiendita. Su popularidad desde los años 80 lo convirtió en un ícono de la cultura popular mexicana, un sabor inconfundible que sigue despertando sonrisas y recuerdos de una época más simple.
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